Saca una capa negra y se la sujeta al cuello, de pronto se convierte en un superhéroe que llega hasta la estratósfera y más allá, desde donde va a ver la Tierra como un punto asediado por genios del mal contra los cuales se va a enfrentar y salir triunfante.
La imaginación no tiene límites, pero para hacer más que creíbles las hazañas, y llevarlas a la realidad habrá que ocuparse de adquirir esas habilidades.
Así debe pensar mi Nico; porque el otro día que salimos a caminar a una montaña cercana, y va quedándose unos pasos detrás de la comitiva familiar. No puedo más que preocuparme de qué se le estará ocurriendo, porque todo chico que de pronto se queda callado y sigiloso, seguro algo se trae entre ceja y ceja, sobre todo porque sus inquietos ojos mantienen ese brillo que me dice que debo atisbarle de cerca.
Vi que algo se puso en la boca, me acerco y le descubro saboreándolo.
-¿Qué tienes en la boca? -le increpo.
Con una sonrisa pícara saca una piedra.
-¡Cómo! -le digo. Estás chupando una piedra.
-No es una piedra, es una roca.
-Es que… ¿sabes? Las rocas salen explotadas de las erupciones y yo quiero tener la fuerza de los volcanes.
Ah, pienso. Eso tiene sentido, con eso se asegura de poseer realmente al menos uno de los superpoderes que debe estrar planificando adquirir.
Sí, debo estar pendiente
en este proceso de adquirir y poner en práctica los superpoderes que son
capaces de crisparnos los nervios.
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