De qué le sirve a uno ser niño si no le dejan ejercer

Es la queja de Miguelito, el de Mafalda; y se acomoda muy bien a mi pequeño travieso. 

Esto de crecer tiene sus bemoles, cierto es que cuando somos pequeños nos afanamos en ser “grandes”, pareciera que los grandes tienen todo resuelto. Al menos sobrepasar la línea de la estatura requerida para los juegos del VulQano es una ventaja en esto de crecer; pero no así cuando hay ciertos cánones y comportamientos que los mayores esperan de los niños que ya no son tan niños, porque ya están creciditos.

Solo que el estiramiento corporal no va acorde al crecimiento psicológico, y menos al mental; basta ver alrededor para detectar un montón de adultos… infantiles. 

Si mi Nico estuviera quieto en una silla, yo creería que está enfermo; porque su naturaleza saludable es el movimiento y la energía, como en toda física dinámica, la inercia no le viene bien.

Sí, es una etapa de negaciones: no te subas por la rampa, no juegues en la mesa, no te alejes de mi lado, no cojas las cosas del almacén, cuidado rompes el florero, no saltes en la cama, no….

Y de desafíos, de su parte: ahora quiero jugar, no quiero hacer letra bonita para las tareas porque eso demora y ya no tengo tiempo para terminar de pegar ese armable que recorté ayer, ahora quiero ir a las canchas por ese camino que me encontré explorando el otro día, y ahora me demoré al ir a cultura física por ir a buscar a mi amigo (aunque es el imán de los problemas) porque me dijo que le espere; y quiero ir al bar a comprar lonchys porque quiero cocinarles en el recreo (aunque no me salieron bien); y me gusta ver a mi profesora de inicial solo porque me cae bien, no porque me inmiscuya en su clase.

Ese es mi Nico, aunque cada vez me llegue una llamada telefónica o un correo con las novedades de día que a veces suenan a queja o lamento.

¿Cual será el objetivo? ¿Dejarle amoldado como el bloque de la pared de Pink Floyd?


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