-Me muero de hambre, -fue la frase pronunciada por una hermosa de ojos y cabellos castaños, después de caminar toda la mañana por el parque.
Era comprensible que a estas horas ya sintiera hambre. Le propuse buscar un lugar por ahí cerca, había que caminar un poco más pero seguro encontrábamos algo.
Con gestos exagerados de esos casi melodramáticos daba unos pasos arrastrados, casi casi desfallece, hasta que alcanzó a ver una librería en el camino, y se olvidó del hambre y del cansancio, sin pensarlo entró sin preguntar ni esperarme, y se puso a caminar entre los libreros, mientras sus ávidos ojos escaneaban los libros a gran velocidad.
Tiene facilidad para encontrar lo que le interesa, no sé si se deja llevar por las portadas, por los colores, por los dibujos... Debo preguntarle la próxima vez para entender su mecanismo de selección.
Sin detenerme mucho a profundizar esto, tengo que decir lo sorpendentes que son los precios de los libros. A veces hasta llego a entender por qué no se adquieren libros y se va perdiendo una hermosa costumbre, la de leer libros impresos. Es común escuchar las quejas de los padres de que sus hijos no leen, y de los esfuerzos de los gobiernos de turno, preocupados en fomentar el hábito de la lectura en los niños; pero si el hecho es que los niños lean, eso ya está resuelto, porque leer sí se leen, de otra manera como podrían estar cautivos y conectados a través de internet a todo tipo de información, porque ahora más que nunca hay tanta información disponible por medios electrónicos y "gratis"; cierto que la tendencia es hacia lo visual, pero se debe leer aunque sea un monosílabo.
Otro asunto es que la información resulte provechosa a la formación de los chicos, y que ellos estén preparados para saber qué es bueno y qué no.
Entre comprar un par de libros o una tablet o un celular, los libros superan ampliamente el precio de estos artefactos electrónicos. Ni qué decir de los libros escolares que ahora tienen la modalildad de ser "cuadernos de trabajo", con esto el libro queda inservible una vez finalizado el año escolar. Yo me acuerdo aún de las enciclopedias de mi tiempo, que eran heredadas entre hermanos, primos y amigos. La modernidad de estos libros escolares encontró un jugoso mercado que nos tiene atrapados como padres presocupados por la educación de nuestros hijos.
¿Y los libros que le encantan a mi Valentina? Sabe que resultan caros, pero se hace sus ahorros para poder comprarlos.
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