Comelibros




Mi flaca comelibros no engorda, por más que la veo devorarse ansiosa página tras página. Para que no resulte una incoherencia, aclaro que es solo un juego de palabras contrapuestas.

No voy a ocultar mi satisfacción de que se haya convertido en una ávida lectora, y entre curiosa y divertida trato de acercarme y captar al vuelo al menos a uno, de esa multitud de personajes que veo se escapan de su cabeza, travesean, juegan, saltan, la dejan sorprendida, sonriente, triste o preocupada, y en un "tris" vuelven a meterse entre las hojas del libro que no paran de girar.

Tiene una habilidad magnífica para grabarse con lujo de detalles cada situación, y tiene un gusto especial cuando cuenta los episodios, como si los estuviera presenciando en ese instante.  "La mano negra", "Una muchacha de Luna", "La caja ronca", "La tunda", fueron algunos de los personajes que inicialmente le atraparon con su aire de misterio, valga decir gracias también al singular estilo de escribirlas de Édgar Allan García.

Fueron también foco de su atención "¿Y ahora qué hiciste, Valentina?", de Leonor Bravo; "Entre cóndor y león" y "Caminantes del sol", de Edna Iturralde; "El mar se llama Julia", de Javier Oquendo, y de seguro algunos otros que se me escapan, en esta línea.

De pronto le dio por seguir una historia como si fuera una de esas telenovelas de adolescentes, con la diferencia que cada capítulo es un libro. Fueron como doce libros, que ha leído y releído varias veces; al inicio le dedicó entre  dos y tres día para cada tomo, pero con los últimos números le llevó solo una tarde o una mañana terminarlos.

Su cobertura se va ampliando, ya fuimos por develar el misterio que envuelve a esa legendaria nave submarina que va escudriñando los mares del mundo, más que la magnificencia del Nautilus y de todos los descubrimientos, le inquietan los motivos que llevaron alcapitán Nemo a rechazar al género humano.

Igual interés le despertó la enfermiza determinación del capitán Ahab que llegó a convencer a los tripulantes del  Pequod a lanzarse en la mortal cacería de la ballena blanca.

Yo no quedo fuera de estos empeños, porque sus inquietudes me llevan a averiguar por qué Herman Melville le puso Moby Dick a la ballena, o a tratar de explicar por qué el capitán Nemo no rehizo su vida; y como también nos vimos la película quiere que le diga por qué "se ven" diferentes las historias; eso sin dejar de contarle qué significa tal o cual término que estaba fuera de su glosario.

Yo estoy ansiosa de saber qué es lo que sigue. Por cierto, hace poco se ganó el privilegio de representar a su colegio en el concurso del libro leído.

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