Ceder, ser paciente y tolerante



Se me ha vuelto normal ver que los pequeños de la casa, incluidos primos, se pelean porque quieren el mismo juguete, o discrepan por ganar cuando se trata de poner el programa de televisión que cada uno prefiere en el mismo instante. La impaciencia y el afán de imponerse es el que prima en estos instantes y a veces (muy seguido) termina en llanto de aquel que no pudo hacer triunfar su voluntad, aunque se les ofrezca darles gustos por turnos: primero él, luego ella, luego tú.

Parece innato ese afán por ganar del ser humano, que para muestra se constata en una simple carrerita de la puerta al comedor. Dejarle ganar al otro no es lo normal, y se propinan a veces empujones y halones que teminan con botones fuera de lugar, juguetes rotos ya sea porque dieron con el suelo o porque se estropearon de tanto ir de allá para acá sin que los contrincantes suelten el objeto de la disputa.

Pero una vez más me sorprende mi muñequita, con varios gestos que dan cuenta que ha aprendido a ceder, a tener paciencia, a ser tolerante; porque no le interesa ganar por ganar sino compartir con el ñaño, los primos y demás parientes coetáneos; su interés está sobre las discrepancias y mantiene unido al grupo de traviesos que se pelean por un vaso de determinado color, una tapa de botella, un pedazo de rueda, un papel con un garabato y otros por el estilo que, a pesar de lo insignificante que me parezcan, tienen vital importancia para el poseedor de tal trofeo.

Admirable actitud, pero como todo en esta vida, pienso yo, siempre dejarse llevar por las voluntades de otros no sería lo correcto; tener un triunfo merecido, una preferencia ganada y hasta un capricho, afianza la confianza en uno mismo y reconforta el ego, algo que para nada le es perjudicial a la salud anímica y mental.

No puedo más que reconocer la lección que viene de una dulce niña.


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