Orinar parado


Algo no concuerda con el diseño biológico del cuerpo humano y el modelo arquitectónico de los artefactos que hoy por hoy se llevan premios y certificados de calidad; en todo caso deberá ser contra la forma, porque de fondo no cumplen el propósito para el cual han sido dispuestos. Ahora que por funcionalidad tampoco deberían ser universales, porque hombres y mujeres tenemos nuestras diferencias.

Estoy segura que es muy divertido ver como salpica el agua del inodoro fuera de sus límites y se esparce por el suelo formando pequeños arroyos, cual si se tratara de una pileta en medio de un parque, con el condicionante que el ruedo es tan corto que apenas contiene el agua que sube y vuelve a caer gracias a la gravedad. Entretenido espectáculo, más aún si se trata de un pequeño de tres o cuatro años que está aprendiendo a orinar parado, y todo intento es un paso hacia el afianzamiento de un comportamiento socialmente aceptado.

El objetivo es natural y normal -pienso yo-, pero ¿qué culpa tiene que el artefacto debidamente certificado con calidad no cumpla la función que se cree debería tener?

Diabólico armatoste que al ser compartido ocasiona serios inconvenientes al género femenino, por las implicaciones mencionadas. 

Y leo que los científicos de una universidad estadounidense estudian el ángulo de ataque adecuado para evitar las salpicaduras, y que utilizan tintes y no sé qué mas ocurrencias, que si llegan a encontrar los grados correctos habría que entrenar a millones y millones de personas para que lo apliquen con exactitud cada vez que lo necesiten aunque estén de apuro. 

Estoy pensando seriamente en crear mi propio diseño, para ver si tengo éxito como emprendedora en nuevos productos.

Pero cómo decir que no se luce una pileta como la de la imagen.



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