Cuando no hay mucho tiempo para armar una salida, hay que
comenzar a buscar lo que ofrece la ciudad dentro de su perímetro urbano.
Alternativas encontramos algunas: museos, parques temáticos,
bibliotecas con una que otra actividad novedosa para estos dos pequeños que buscan diversión
en cualquier lado.
No puedo más que reconocer el esfuerzo que se pone en
recrear los ambientes de manera que se asemejen a la realidad, cierto es que se
ve armónico y estético pero todo lo recreado no deja de ser eso: “artificial”
con mayor o menor fragilidad.
Bastó tener enfrente un charco para que Vale y Nico armados
con sus botas de agua se metan con un salto; enseguida vino el chico guía o
cuidador para decir que eso NO SE PUEDE HACER, no por prohibitivo sino más bien
porque se rompe el material del fondo que contiene el agua.
Y el coquillo del sendero, les resultó cómico porque se
parecía a los cereales de chocolate y comenzaron a lanzarlo como piedritas a la
laguna. Vino de nuevo el chico con el mensaje que TAMPOCO SE PUEDE HACER.
Ya en las orillas de otra laguna algo más amplia, se
quitaron las botas y metieron los pies al agua caminando entre las piedras. Y
de nuevo la advertencia NO SE PUEDE HACER, ante la frustración de unas pequeñas
voces.
Al fin apareció un sendero que parecía algo más real y
natural; unos escalones algo frágiles me recordaron al letrero de “Cuidado con
el perro”, pero no porque muerde sino porque le puedes pisar.
Esto de la naturaleza urbana tiene muchos limitantes para
mis chicos que parecen tener un espíritu más aventurero. La próxima vez
buscaremos un río de verdad donde se lanza las piedras sin problemas, se mete
los pies al agua y se juega con las ramas rotas de los árboles; aunque igual
tampoco está del todo libre de prohibiciones porque somos los padres quienes ponemos el
grito a voz en cuello si se alejan demasiado o se quieren escapar del maternal ojo
aguzor.
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