No me di ni cuenta cuando comencé a perder el nombre, pero de pronto se hizo muy evidente porque ni siquiera yo me presento a través de él, porque seguramente no me van a identificar.
Y eso que ni hablo de los títulos: ingenieros, economistas, abogados, ingenieros; y eso solo por el tercer nivel académico, porque cuando algunitos llegan a obtener un cuarto título hay que anteponer y dar más fuerza al título que al nombre, como algunos magísteres que conozco por ahí, o algunas doctoritas phD.
Tantas
personas que me conocen "de vista" y muchas no se acuerdan mi nombre, y
también ocurre al revés, hay algunas que yo conozco y no recuerdo cómo
se llaman; pero no es a esto a lo que me quiero referir.
Seguramente debe haber más peso en la función que en mi propio apelativo. ¡Qué tal! Parece para reír, pero yendo un poco más allá, creo que sí da qué pensar, o al menos proporciona un punto de reflexión, no inflexión.
Cuando llamo, después del cordial saludo viene la identificación: "Habla la mamá de Valentina" o "Habla la mamá de Nicolás", o juntos a la vez "Habla la mamá de Valentina y Nicolas"; y llega la satisfacción de ser reconocida:
-Ahhh, claro dígame....
Perdí mi nombre, y yo misma lo he reforzando.
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