Refrigerados

 No se me ocurrió otra palabra que mejor le calce a mis pequeños, especialmente cuando se comen el refrigerio en el camino a la escuelita, algo que ocurre siempre que me descuido y la mochila queda junto al más travieso: chico Nico.

Tanto esfuerzo por mandarle cosas nutritivas, que no sean chatarra, que evidencien que su madre sí se preocupa y se da tiempo para preparales algún tentempié (otra buena palabra que se explica por sí sola) que no sea poner un par de fundas de alimentos prefabricados en sus mochila, y se queda a mitad del camino sin muestras fehacientes para las profes.

Cuando mis chicos eran más pequeños optaba por mandarles bien refrigerados, pero ahora las escuelitas piden que se les envíe los refrigerios, lo que ahora se ha dado por llamar las loncheras saludables. Algo complicado está cumplir a cabalidad el cronograma, porque uno que otro alimento requerido no es del todo aceptado por los peques, resulta que a veces tampoco tengo todo a diposición en mi alacena que súbitamente es atacada por manos pequeñas que acarrean sillas hasta llegar a la altura adecuada y cuando menos lo espero, en un dos por tres desaparecen mis provisiones de toda la semana. Y no es que desparecen por completo, siempre quedan rastros sobre el piso, empaques abiertos y alimentos dejados a medio comer; en fin estos restos forman parte de mi refrigerio porque tampoco soy partidaria de desperdiciar la comida. Asi que también yo tengo mi propio refrigerio que se ajusta al gusto y disgusto de mis enanos.

Hoy me tocó dos medias manzanas mordisqueadas y chulpi sin chochos. 
Hoy estamos bien refrigerados.

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