Algo sorprendida pero complacida con el descubrimiento se
mostró la pequeña Valentina al ver en la ciudad varias paredes llenas de grafitis.
“Esas sí son paredes para dibujar, mira mamá, pero mira que
dibujos más feos, parece que las personas que hicieron eso vieron art attack
cuando el chico hizo dibujos terroríficos para Halloween. ¿Verdad
que yo dibujo más bonito?”
Dos grandes sorpresas: primero que hay paredes donde sí se
puede pintar, y segundo el tipo de dibujos que en ellas están plasmados.
Como mamá cuidadosa de su hábitat me preocupo que al menos las
paredes cercanas no se llenen de rayas, por eso la recomendación, réplica y a
veces hasta súplica a mis peques para que no garabateen las paredes pues justo
las mías no cuentan con pintura a prueba de rayas, o sea, lavable; de lo
contrario tocará pintar de nuevo con el consiguiente gasto de recursos en los
que se incluye el valioso tiempo.
Ahora que los grafitis, aún los que no le gustan a mi
Valentina, tienen su significado y se refieren a las intenciones y sensaciones
de cada autor.
Qué bueno que los grafitis de mi artista tengan siempre representaciones
de personas que son nada menos que los protagonistas de las historias que
quiere contar, y que estos muñequitos estén siempre inmersos en paisajes con
árboles, montañas, flores, nubes, pájaros y mariposas; o con agua, conchas,
sirenas y barcos. Una buena coincidencia con mi parecer de que cada paisaje se
ve triste si en él no se ve retratada una persona (foto con muñequito).
Lindos los dibujos de mi dulce niña que incluso pone cinco
dedos en las manitos de cada persona sonriente que dibuja y que luego muestra a
sus papás con gran orgullo.
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