
Linda la escogió, en sus galas de princesa: zapatos de tacones, corona, collar, largo cabello rubio y ojos azules, ni más ni menos que el estereotipo de la belleza que, toda chica y grande también, quiere seguir.
La impaciencia no aguanta hasta Navidad así que ya está fuera de su cajita y dio sus primeras vueltas de baile de la mano de mi pequeña princesa; pero pronto llegó algo de desilusión. Esta delicada chica de plástico no dobla las rodillas, solo se sienta con las piernas extendidas, nada que ver como lo hacen las bailarinas; tampoco se queda de pie, como para acompañar a la ansiosa bailarina que tengo, creo que lo único que quedó a complacencia fue el vestido con sus brillos, porque la dorada cabellera se despeinó con la normal manipulación y no se arregla tal cual vino antes de sacarla de la caja.
Por ahí la veo media sentada o media acostada a la Barbie princesa, que se me dio por revisar muy de cerquita, porque yo no tuve Barbie, y así estuvo mejor porque no se me pegaron los antojos de tener ese físico desproporcionado para una mortal normal. A lo mejor sea envidia este lance, porque ni en sueños llegaré a esas medidas de princesa, y ahora que lo veo mejor es justamente por eso que no puede pararse, el desbalance no le deja. Yo mientras tanto puedo moverme con normalidad, bailar, sentarme con las piernas dobladas, ponerme en postura de loto, saltar y correr a gusto.
;)
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