El cepillo de dientes





Parece que tuviera dientes como de cepillo de púas metálicas. No lleva ni una semana de comprado y el cepillito aparenta tener unos diez años de uso.
Mi Valentina tiene una afición de cepillar con él todo lo que tiene cerca, y conste que tengo cuidado de que no se lo lleve a todas partes porque además de que las cerdas terminan totalmente estropedas, puede llenarse de pelusas y mugre, como ya ocurrió con otros anteriores ejemplares limpiadores de dentaduras infantiles.
Al menos no tengo que quejarme de que la enana no se quiera lavar los dientes, porque la pasta dental también le atrae, más ahora que tiene fuerza y sabe abrir y desatornillar esas tapas que NO se han hecho contra niños.
Otra ventaja que tengo que celebrar es que ya sabe escupir. Maravilladas nos quedamos las dos con tan extraordinario avance.
Los adelantos en desarme y destrucción de cosas siguen incrementándose, así como mis estrategias por poner fuera de su alcance uno que otro bien apreciado mío, de lo contrario solo me resta lamentarme por la pérdida o rotura del curioso juguete encontrado por la peque.

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