Estos momentos de silencio y quietud


Que por cierto son bastante inquietantes, a pesar de que se pensaría traen tranquilidad y calma.
Acostumbrada como estoy a un rumor constante cortado por gritos de vez en cuando si no es por las melodías del vecino que canta a voz en cuello, me detengo en lo que estoy haciendo o pensando cuando se hace el silencio en mi reducto, extiendo las orejas como si fueran grandes antenas con la intención de captar algún murmullo, pero nada, todo sigue silente.
El siguiente paso es creer que mi Valentina se durmió, porque ella es la que me llena de sonidos la casa. Cuando me acerco a su habitación veo la puerta cerrada. ¡Claro, con razón se enmascaró su ruido! Pero el silencio sigue, espero verla con los ojitos cerrados al abrir la puerta pero me encuentro con un cuadro más ameno, con gran dedicación y completamente concentrada analiza un vestido suyo que sacó de los cajones, revisa botones, cierres, lazos… sin hacer el menor ruido. Sobre la cama descansa un montón de ropa que sacó con anterioridad de su lugar, ¡adiós al planchado!
Con razón tanto silencio, pienso. Mi siquiera se da cuenta que la estoy mirando, decido entonces cerrar la puerta y dejarla que siga con su tarea. Al final es una pieza o dos más las que me tocará arreglar en conjunto con todo lo que descansa sobre la cama.
Este inquietante silencio es desvelado, creo que no durará mucho tiempo más porque la peque se aburre pronto.

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