De shopping

Desde que era muy pequeñita mi Valentina visitaba las tiendas de ropa con interés, mientras la sostenía con una mano, con la otra iba revisando las perchas; entonces aprendió a ayudarme en esta tarea. Ahora que ya tiene cierta autonomía es ella quien sola ingresa a las tiendas y se da una vueltita de popularidad (como dice el dicho) esperando que la siga, y si coincidmos en los gustos entonces sí da rienda suelta a su revisión del escaparate, mucho mejor si hay prenda y objetos sobre el piso o en estantes muy bajitos, como si los hubieran puesto para este propósito porque están a su alcance.
Entonces queda toda una hilera de zapatos fuera de su lugar, y los calcetines en montoncito. Y si hay juguetes ni se diga, comienza a tratar de alcanzarlos a todos.
Ella está feliz, yo preocupada porque aunque le tengo con las manos limpiecitas, no quedan fuera de peligro algunos adornos de porcelana que a veces le llaman la atención. O algunos carritos con ruedas que contienen mercadería en los cuales se trepa ante la mirada sorprendida del personal que atiende los almacenes, si no logra hacerlo, al menos los empuja. Me alejo un poco de ella para ver si deja la travesura pero no, hasta que voy a retirarla antes de que me llamen la atención o haga algún desastre por el cual tenga que pagar.

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