Parece que se salió de un cuento. Viene caminando con su vestidito del color de los destellos del Sol, con sus mallas y botines negros. Para completar la imagen, Segismundo en su mano, Segismundo se llama el oso de peluche.
Viene como sigilosa, para ver si me sorprende mientras estoy en la cocina, porque acaba de despertarse y está contenta. Con paso rápido que casi quiere rayar en la carrera, una carrera que es algo desequilibrada porque a cada paso se mece de lado a lado y las patitas parece que no van a llegar al suelo, pasa de largo a mi lado y se regresa con la misma viada.
Creo que solo quería comprobar que estoy atenta a sus movimientos, y se esconde detrás de la primera pared. Ahí permanece oculta para ver si voy detrás. De lejos puedo ver el volante de su vestido y apenas una de sus manos que sujetan al osito. Ella sigue escondida, y yo espero que saque su carita acercándome a su escondite. Estalla en carcajadas cuando me ve pequeña, casi reducida a su tamaño para que mi cara esté al nivel de la suya. ¡Y vuelve a correr

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