No todos los días son domingos, y claro, ahora es martes y aunque no es el inicio de semana, parece que me levanté con el pie izquierdo. No quería despertarme porque apenas concilié el sueño una hora antes de las seis, en que la peque se despierta del todo y comienza a meter sus deditos en mis ojos, y a tironear de mi pelo; porque para variar, le están saliendo otros dos dientes de arriba y pasó la noche muy inquieta, algo afiebrada, por eso la pasé a la cama. Después de cinco minutos de llamadas de atención, me levanté, a preparar el desayuno en el que está incluida la colada, refrigerio que envío a diario a al guardería junto con frutas. No sé si estaba algo dormida pero mi brazo topó la olla caliente, no fue gran cosa pero la quemadura me dejó enrojecida la piel.
Siguiente parada: Centro de Salud, por la próxima vacuna, algo imprescindible en esta época en que los virus te pegan porque sí, y peor aún a un bebé. Llegada a la fila, no había más que unas cuatro personas, algo bastante aceptable. Pasaron 10, 15, 20 minutos y nada. Seguía en el mismo lugar, valentina comenzó a molestarse, a dar uno que otro grito que iban aumentando en intensidad conforme pasaban los minutos. Media hora y apenas dieron su dosis a una niña. Con las cuatro que faltaban ¿debería esperar dos horas?
Tampoco es que dispongo de todo el tiempo del mundo para quedarme plantada en la fila, dije a las encargadas que no era posible tanto tiempo en una sola niña, y lamentablemente tuve que irme. Tarea pendiente.
Después de dejar a la bebé en la escuelita (así le digo yo a la guardería) vi que tenía algo de tiempo y pensé en pasar retirando mi celular, que hace más de dos semanas dejé en servicio técnico para que le revisaran, porque nadie me escuchaban cuando me llamaban. Lo bueno, pensaba yo, es que apenas lo tenía siete meses, o sea casi nuevo, dentro del año de garantía. Fila de nuevo, un poco más cómoda porque me dieron el turno, pero la espera es la misma. Al fin me asignaron la atención y la ¡sorpresa! Su teléfono no tiene reparación, no hay modo de hacer que funcione, y como tiene un golpe con hundimiento (algo que apenas se veía como un raspón), vea nomás que hace... Mejor llévese su equipo, pero antes tiene que cancelar el servicio técnico.
Entre unas y otras cosas la impaciencia se me quería salir, pero como aún debía manejar hasta llegar a mi lugar de trabajo, que queda un tanto lejos, mejor escucho música clásica a buen volumen y cierro bien los vidrios de las ventanas, así el ruido y los gritos pasan desapercibidos.
Siguiente parada: Centro de Salud, por la próxima vacuna, algo imprescindible en esta época en que los virus te pegan porque sí, y peor aún a un bebé. Llegada a la fila, no había más que unas cuatro personas, algo bastante aceptable. Pasaron 10, 15, 20 minutos y nada. Seguía en el mismo lugar, valentina comenzó a molestarse, a dar uno que otro grito que iban aumentando en intensidad conforme pasaban los minutos. Media hora y apenas dieron su dosis a una niña. Con las cuatro que faltaban ¿debería esperar dos horas?
Tampoco es que dispongo de todo el tiempo del mundo para quedarme plantada en la fila, dije a las encargadas que no era posible tanto tiempo en una sola niña, y lamentablemente tuve que irme. Tarea pendiente.
Después de dejar a la bebé en la escuelita (así le digo yo a la guardería) vi que tenía algo de tiempo y pensé en pasar retirando mi celular, que hace más de dos semanas dejé en servicio técnico para que le revisaran, porque nadie me escuchaban cuando me llamaban. Lo bueno, pensaba yo, es que apenas lo tenía siete meses, o sea casi nuevo, dentro del año de garantía. Fila de nuevo, un poco más cómoda porque me dieron el turno, pero la espera es la misma. Al fin me asignaron la atención y la ¡sorpresa! Su teléfono no tiene reparación, no hay modo de hacer que funcione, y como tiene un golpe con hundimiento (algo que apenas se veía como un raspón), vea nomás que hace... Mejor llévese su equipo, pero antes tiene que cancelar el servicio técnico.
Entre unas y otras cosas la impaciencia se me quería salir, pero como aún debía manejar hasta llegar a mi lugar de trabajo, que queda un tanto lejos, mejor escucho música clásica a buen volumen y cierro bien los vidrios de las ventanas, así el ruido y los gritos pasan desapercibidos.
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